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No revientes al caballo (cómo montar un curso sin empachar al personal).

¿Alguna vez has sentido que ese último macarrón te iba a reventar el cinturón?

Esa sensación de que has comido de más.

Embotamiento, pesadez, incluso hay un concepto que a mí personalmente me encanta, “la borrachera dulce”, que es cuando te pega ese subidón de azúcar porque te has pasado comiendo.

Normalmente se arregla con una siesta.

Normalmente.

Pero en comunicación no.

¿Te lo explico?

¿Con una historia?

Venga.

Resulta que en un pueblo muy humilde un maestro decide que uno de los jóvenes del pueblo vaya a estudiar a la ciudad.

Le paga el viaje y lo matricula en una gran escuela, soñando con que algún día volvería y ocuparía su lugar.

Así que el joven se despide de su familia y se marcha a la urbe donde pasa varios años instruyéndose en diferentes materias que lo convertirían en una eminencia.

Próximo a su graduación recibe una carta del pueblo invitándole una vez se gradúe a volver y contar su experiencia y demostrar su valía para ocupar el puesto.

Claro el joven acepta encantado emocionado por volver al pueblo con el que se siente en deuda, y comienza a preparar un discurso.

Durante el último año no había un día que no ensayara el discurso.

Hasta que llega el día, se gradúa, recoge sus enseres y vuelve al pueblo.

Después de un agotador viaje de regreso el joven se dirigió al auditorio del pueblo donde se suponía todo el mundo le esperaba para escuchar su discurso.

Pero estaba cerrado.

La iglesia también. 

Las tiendas.

El bar.

Parecia un pueblo fantasma.

Y en estas estaba él dando vueltas cuando encontro a un mozo en un establo.

“Oiga joven, ¿dónde está todo el mundo? pues tengo una invitación para impartir una charla pero no encuentro a nadie en todo el pueblo dispuesto a escucharme”.

“Ah, sí, se les debe haber olvidado, tenga en cuenta que está haciendo mucho calor y si no recogen pronto la cosecha se perderá cuando vengan las lluvias. De hecho yo solo me he quedado a cuidar de los caballos”.

“Pero entienda que he dedicado cientos de horas, miles en realidad a preparar esta información para poder impartirla, y ahora todo se va a perder”.

“Bueno -le dijo el mozo- yo no soy nadie para decirle que debe hacer usted, porque es usted un hombre instruido y yo solo soy un mozo de cuadra. Pero si yo volviera al establo y solo quedara un caballo no le dejaría sin comer porque los otros hubieran escapado”.

El maestro se sorprendió de la agudeza mental de aquel joven, sonrió le dijo:

“Tienes razón”.

Así que lo tomó de la mano, lo llevó hasta el auditorio, lo sentó en primera fila, subió al estrado y comenzó su conferencia.

Fue algo increible, una vez comenzó entendió que aquel joven daba sentido a todas las horas de estudio y práctica, y su conferencia se tornó en disertación. 

Hablo.

Hablo.

Hablo.

Y aunque estaba exhausto por las casi tres horas, una vez acabado se dirigio feliz al joven deseoso de saber que impresión le había causado su discurso.

“¿Qué tal?”, preguntó. “¿Te gustó mi charla?”.

El mozo que estaba estirando las piernas para desentumecerlas lo miro con ternura y le contestó:

“Bueno, como le dije antes yo no soy nadie para decirle que debe hacer usted, porque es usted un hombre instruido y yo solo soy un mozo de cuadra. Pero si yo volviera al establo y solo quedara un caballo no le dejaría sin comer porque los otros hubieran escapado…

… pero tampoco le daría de golpe toda la comida que tuviera”.

Pues eso aplicalo a tus infoproductos, talleres, cursos y formaciones.

Cuando tengas que dar una formación a un cliente intenta dosificar la información y que pueda asimilarla.

Que no se te muera por infoxicación informativa (tu producto, no el cliente).

Que eso es muy triste.

Por ejemplo, en Junio lancé el curso de estrategia de comunicación, quien lo compró tiene gratis el upgrade de septiembre.

Ahora he lanzado el módulo de LinkedIn, «Métele el turbo a tu marca profesional en LinkedIn y véndete sin descuentos» con un precio reducido, quien lo compre tendrá el upgrade en septiembre.

Así voy dando el temario poco a poco y tú decides qué quieres implementar primero.

Un abrazako.

samu.

P.D.:

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